Goodbye to you by Addie Logan y Traducido por Ligia.
Setenta años después del cierre de la Boca de Infierno. Buffy y Spike vuelven a verse para decirse adiós.
Y ahora pienso que haber amado y haber perdido
Pero nunca sabré lo que se siente no habiendo amado nunca
¿Quién puede decir qué es mejor, cuando mi corazón ha pagado el precio?
Una mera señal de una brillante joya enviada desde arriba.
Que te vaya bien, mi estrella brillante
La vanidad de la juventud, el color de tus ojos
Y tal vez si hubiera avivado las llamas del fuego de tu día a día.
O si hubiera sido más maduro y más sabio.
“Que te vaya bien" Indigo Girls
Spike odiaba los hospitales. Olían a muerte y no en la forma como le gustaba. Eran algo estériles, fríos como la muerte y le recordaba lo nunca tendría. Le recordaba que tendría que vivir para siempre, solo.
Ni siquiera sabía por qué había ido. Habían pasado siete décadas desde que la había visto por última vez, desde que se habían despedido en la boca del infierno. Había pensado que ese sería su final, y debería de haberlo sido. Pero no lo fue, y ahora estaba aquí, haciendo aquello que habría jurado que jamás haría.
Ella tenía más de noventa años ahora, lo sabía, pero en la mente de Spike siempre sería joven, vibrante. Era pequeña, si, pero nunca fue débil. Siempre sería La Cazadora.
Se detuvo en la puerta, su pálida mano descansó contra la puerta. Casi se volvió para marcharse, pero se detuvo porque sabía que debía afrontar algo que siempre había temido y había tratado de creer que jamás sucedería. Pero tenía que hacerlo.
Tenía que verla por última vez.
Poco a poco y con cuidado abrió la puerta de la habitación del hospital. Estaba sola y eso le dolió. Era la última de la “Scooby Gang”, sabía que jamás se había casado, que nunca había formado su propia familia. Estaba sola en el mundo, ese por el que había luchado por salvar una y otra vez.
Tenía los ojos cerrados y las manos sobre el pecho, si no hubiera sido por el leve sonido de los latidos del corazón que le llegaban a los oídos, hubiera pensado que había llegado demasiado tarde.
La miró un momento, preguntándose qué podía decirle. Durante setenta años, ella había creído que solamente era polvo. La primera vez que se planteó volver, pensó qué sería lo que le diría” ¿Pero ahora? ¿Qué quedaba entre ellos además de aquella despedida?
Era una anciana. Ya no tenía aquellos vibrantes dieciséis años que tenia la primera vez que la vio bailar. No tenía los diecinueve como cuando lucharon a la luz del sol. Ni siquiera los desesperados veinte de cuando derribaron aquella casa. No, era una mujer de noventa y dos años. Era una mujer en su lecho de muerte.
Seguía siendo una mujer hermosa...
Sus ojos se abrieron con lentitud, y Spike se dio cuenta que seguían siendo de ese mismo verde que siempre había amado. Se volvió hacia él y le sonrió, y supo que su amor era tan fuerte como lo había sido siempre.
“Spike” dijo de forma suave, sin aquel leve deje de sarcasmo que siempre había rodeado su nombre, cuando decía su nombre como si de una maldición se tratara. “Spike, de alguna manera lo sabía. Sabía que ibas a venir”.
Se sorprendió que no tuviera ninguna duda del por qué estaba allí. Nunca le había hecho saber que estaba vivo después de aquella última batalla en Sunnydale, y ahora se preguntaba si alguna vez sin querer, Andrew o Ángel se lo habían dicho y no se lo habían comunicado a él.
“Tenía que decirte adiós, Pet” dijo tratando de evitar que no se le notara la voz temblorosa.
“¿Así que es eso?” frunció un poco el ceño “ Sí, supongo que eso es lo que es. Es nuestra despedida” ella le tendió una mano temblorosa y ahora sí que le hizo pensar Spike que estaba débil. Su piel era vieja y delgada y a través de ella se le marcaban las venas, formando un mapa bajo la piel. “Ven y siéntate aquí conmigo”
Así lo hizo, se sentó en una silla junto a la cama y le cogió la mano. Estaba casi tan fría como él. Le acarició la mano con el pulgar, tratando de decirse a sí mismo que esa misma mano le había golpeado con fuerza en el pasado.
“Ángel me ha dicho que estabas enferma” dijo Spike sin mucha convicción. Hubiera querido decirle algo mejor, algo más poético. Algo más perfecto para decir y hacer de ese momento algo hermoso. Pero no pasó nada.
“No he visto a Ángel desde hace años” contestó Buffy “Dejó de venir a verme hace mucho tiempo. Llamaba, pero nunca venía. Creo que fue... Sí, creo que fue en ese momento. Fue cuando vino y vio que mi pelo era gris. Ya no volvió nunca”
Spike se acercó a ella y le acarició el pelo gris como si fuera el mismo cabello dorado que tanto amaba. Seguía amando ese pelo. Era suave y todavía podía oler a vainilla, tratando de alejar el olor dulzón de la enfermedad y la muerte que lo llenaba todo.
“Estás muy hermosa” le dijo, sonriendo de manera agridulce. “Estás resplandeciente”
“Tú estás igual que siempre” le dijo Buffy devolviéndole la sonrisa” Los años no te han cambiado”.
“No, no lo han hecho ¡“ respondió de manera sencilla, estaba tratando de ocultar su enojo. En este mundo, los poderes, el destino o lo que fuera que lo había congelado en el tiempo, en lugar de haber hecho que envejeciera a su lado, que era lo que sentía que debía haber pasado. Pero no sería así. Tenía que seguir viviendo y sucumbir a la única cosa contra la que no podía luchar. El tiempo.
“No tengo miedo a morir“ dijo Buffy. Le miraba, pero de manera desenfocada ”He practicado ¿Y no sabes lo que dicen por ahí? Que a la tercera va la vencida. Sé que esta vez es para siempre, pero no tengo miedo”
Spike le acariciaba la mano con el pulgar.
“Nunca has tenido miedo, Buffy. Nunca le has tenido miedo a nada”
“Tenía miedo de ti”
Su confesión tan tranquila le sorprendió.
“¿Quieres decir antes del alma?”
“No, después“ dijo Buffy sacudiendo la cabeza” Basta ya de más excusas. No existen razones para no aceptar el amor. Tenía miedo de amarte. Pero no tengo por qué tener miedo, Spike. Debería haberte amado, te he amado y..“ se detuvo con brusquedad y lo agarró del brazo con la otra mano, lo que le hizo recordar lo fuerte que podía llegar a ser.”Quería hacértelo saber antes de... antes de que todo terminara y ser polvo”
Spike frunció el ceño. Supo entonces por qué no se había sorprendido de verlo llegar. No le veía como alguien de carne y hueso sino como un fantasma del pasado. No le dijo la verdad. Ella no tenía por qué saberlo.
“No te preocupes, pet“ dijo acariciándole el pelo ”Me diste todo el amor que pudiste y... y fue más de lo que pude haber soñado tener”.
“Les rogué a Los Poderes que te trajeran, solo una vez para que te lo pudiera decir. Les rogué que no me llevaran hasta que pudiera decírtelo. No era justo que nunca lo supieras. Traté de decírtelo, pero era demasiado tarde y no me creíste. Esperé demasiado tiempo, fue demasiado tarde”.
Spike sintió que su inmóvil corazón se le encogía en el pecho.
“No, pero gracias por decirlo” esas palabras resonaron en su cabeza en ese momento y se odió a sí mismo por decirlas. Había sido demasiado difícil para él aceptar que por fin Buffy lo amaba, en ese momento que era su final. Pero el hecho de que no la creyera la había perseguido y Spike ya tenía otra cosa que añadir a la lista de cosas que le habían causado dolor a Buffy ”Está bien. Sé que me amabas”.
“Te amo” le corrigió Buffy ”Te amo, Spike”.
“Yo también te amo” le dijo Spike sonriéndole a través de las lagrimas que le quemaban los ojos.
Buffy le devolvió la sonrisa y por un momento volvió a ser su Buffy.
“Estoy cansada.” dijo cerrando los ojos, sumiéndose otra vez en la inconsciencia.
Spike contuvo las lágrimas. No le serviría para nada llorar ahora, cuando necesitaba que él fuera fuerte.
“Descansa, pet. Has luchado durante tanto tiempo tan duro. Te mereces descansar”.
Era verdad, lo sabía. Por mucho que le doliera, era la verdad. Había dado todo lo que podía tener para dar y mucho más.
Buffy asintió. Cerró los ojos y Spike supo que jamás volverían a abrirse. Se sentó junto a ella un poco más mientras su respiración cada vez era más débil, menos profunda hasta que poco a poco se detuvo definitivamente, la mano se deslizó de la de él. Al mirarla, luchó con la fría realidad de que jamás la volvería a ver. El lamento del monitor del corazón le hizo saber que pronto alguien vendría a hacerse cargo de su cuerpo y no podía estar allí para verlo.
Se puso de pie y la besó en la fría frente y se preguntó durante un breve instante si eso es lo que ella había sentido cada vez con él.
“Adiós, mi dulce Cazadora”.
Al salir del hospital se detuvo junto a un viejo árbol, hasta que vio por la ventana de la habitación como llegaban el médico y las enfermeras, y entonces... lloró.
FIN