Él

Cinco años después del Apocalipsis en Los Angeles, (5ª temporada de ATS), Buffy recibe un regalo y una visita inesperada.
Buffy miraba por la ventana de su apartamento las luces de la ciudad, pero en realidad no veía nada. Nada era algo que formaba parte de su presente y quien sabe, tal vez de su futuro. Había llegado a un momento de su vida en el que nada tenía sentido. Nada era importante y no esperaba nada ni de sí misma ni de nadie.
Cinco años habían pasado desde la destrucción de Sunnydale, y para ella era como si hubiera sido ayer. Desde entonces, intentó sobrevivir, seguir adelante con su vida y casi lo consiguió, pero siempre había un vacío que nadie podía llenar.
Intentó llenar ese vacío buscándose amantes, hombres, mujeres, demonios… pero ninguna de sus relaciones hizo que volviera a sentirse viva. No como lo hizo Él. ¡Le echaba tanto de menos! Sabía que él estaba vivo en alguna parte, podía sentirlo en su corazón, en su alma, pero era demasiado cobarde como para buscarlo… hasta ayer. Fue cuando decidió dejar a Giles, a las potenciales y en resumen, a su pasado reciente, para intentar volver a ser feliz.
Tenía miedo, ella la cazadora, sí, tenía miedo al rechazo, a que Él la hubiera olvidado, lo cual era probable, ya que no la buscó al sobrevivir a Sunnydale, aunque lo entendía. Nunca lo trató como se merecía, incluso al final. No debió dejarlo allí en la Boca del Infierno. Debió de convencerlo para que se fuera con ella, pero… fue egoísta y cobarde, sí porque si Él sobrevivía ella tendría que portarse de otra forma, aceptarlo delante de todos como su hombre, su novio, y no tenía el valor necesario. Pero ahora sí. Movería cielo y tierra, pero le encontraría.
Una lágrima silenciosa se desprendió de sus ojos y no se molestó en secársela, sabía que vendrían más. Lo necesitaba. Necesitaba llorar, no por Él, sino por ella. Porque era la única forma de lavar sus pecados: preponderancia, egoísmo, egolatría… ¡tantos y tan poco perdón…!
El timbre de la puerta sonó y ella dio un respingo. Miró la hora: las nueve de la noche. Rezó para que no fuera Giles o alguno de sus amigos. Quería estar sola. Pensó en no abrir, pero algo en su corazón le dijo que lo hiciera.
Para su alivio, solo se trataba de un mensajero. Le dio una caja atada con un lazo rojo y se marchó, sin esperar propina. Buffy la miró con el ceño fruncido ¿Quién podía mandarle un regalo? No era su cumpleaños, ni Navidad… ¡No sería una bomba! ¿No? Pensó agitándola y pegando el oído para ver si escuchaba el fatídico tic-tac antes de que estallara y la librara de sus miserias.
Por suerte por desgracia, no sucedió nada. Dejó la caja sobre la mesa y se sentó a mirarla, apoyando la cara sobre las dos manos. Diez largos minutos después, suspiró y la abrió, encogiéndose de hombros.
Al quitar la tapa, vio que había un papel de celofán rosa que tapaba algo. Lo apartó y se quedó sin habla al descubrir que se trataba de un precioso vestido de novia. Lo sacó con cuidado y se lo colocó delante, dando una vuelta a su alrededor para ver el efecto de la seda. Precioso.
Lo dejó caer sobre su brazo y siguió inspeccionando la caja. Dentro había otras dos cajas, una más pequeña y otra mediana. A Buffy le empezó a latir con fuerza el corazón. ¿Es que se estaba volviendo loca? Cogió con dedos temblorosos la caja más pequeña y la abrió. Casi lloró al reconocer el espantoso anillo de compromiso que un día Spike le colocó en el dedo. Lo deslizo en su dedo anular y lo miró. Nunca una joya le había parecido tan hermosa. Después abrió la otra caja. Allí estaban: los muñecos de la tarta de novios que ella misma compró cuando fue a buscar el remedio para la ceguera de Giles, justo después de encontrarse con ¿Cómo demonios se llamaba? Ah si, Riley.
Apretó sus tesoros contra su pecho, y lloró, pero esta vez de alegría. No sabía como ni quien había dejado eso allí, pero estaba segura que Spike estaba cerca. Podía notarlo, sentirlo.
El timbre de la puerta volvió a sonar, y casi soltó un grito de alegría. Corrió y abrió, y la desilusión se pintó en su cara cuando reconoció al mensajero que le llevó la caja.
- Se me olvidó el sobre. Lo siento.
Buffy lo tomó en sus temblorosas manos y lo abrió. Paseó su acuosa mirada por la bella caligrafía casi con hambre, con tal ansiedad que apenas entendía lo que leía. Tuvo que hacerlo tres veces para entender el mensaje. Guardó el vestido y los muñecos en la caja y se asomó a la ventana. Allí estaba él, subido en su Harley negra y vestido totalmente de negro, con su pelo rubio platino y su sonrisa pícara mirándola también.
Buffy no esperó más. Corrió hacia la calle llevando consigo la caja con sus más preciados tesoros y con la nota en la mano que decía:
- El bloody cura espera, pet. Tenemos una boda pendiente. ¿Qué dices?
"Sí. Por supuesto que quiero, Spike".